10 agosto 2011

Trampas. Cuando todos jugamos, pero pocos conocen las reglas


Cuando Quevedo escribió aquello de 'Poderoso es don Dinero' no se podría ni imaginar hasta dónde tendrían vigencia esas palabras. Un pensamiento universal, como tantos otros de nuestro poeta del siglo de oro. Pero por aquel entonces, cuando don Francisco reflejaba la avaricia, las desigualdades, los favores, sobornos, guerras y veleidades que provocaban el vil metal, aún el dinero suponía simplemente eso, monedas contantes y sonantes que podían comprar y vender hasta el alma y los principios del más fiel y puro inquisidor, que no es poco.
El crédito, las hipotecas, los números rojos, las estadísticas, crisis, recesión, producto interior bruto, renta per cápita, Índice de Precios al Consumidor (IPC), el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) y tantos otros conceptos, los hemos ido sumando a eso que nos gobierna en la sombra y que se engloba dentro de la ECONOMÍA, pero que con el tiempo se han ido incluyendo dentro del imaginario colectivo del contexto histórico que nos había tocado vivir como etapa de consolidación de un capitalismo acérrimo.
Los mercados financieros, las bolsas, el Ibex, el Dow Jones, el Nasdaq o cualquier otro índice bursátil y otros términos, estaban reservados sólo para unos cuantos que sentían cierto interés en saber cómo funciona nuestro sistema bursátil o para aquellos que viven o dependen de él. Es sorprendente cómo hay personas que subsisten de conocer bien estos entresijos y saber utilizarlos (y tienen liquidez o un capital para invertirlo).
Sin embargo, desde hace tres años se nos han impuesto como un contexto base que justifica cualquier política. Además, se han sumado innumerables conceptos nuevos que vienen a ennegrecer lo ya oscurecido para que sea dificilísimo cuando no imposible cualquier análisis propio de la realidad. Los bonos basura, los fondos de varios tipos, la prima de riesgo, las agencias de calificación, la incidencia de la confianza de los consumidores en que suban o no los precios en el mercado, el rating, la deuda pública, el rescate de bancos que no se nacionalizan, los test de estrés, las fusiones frías, el rescate de países... De modo impune, el sistema nos ha engullido y no nos hemos enterado. Somos juzgados por abyectos intereses económicos que no tienen cara ni dni y ni siquiera nos han puesto un abogado de oficio que nos defienda. Estamos condenados de antemano.
A veces pienso que deberíamos tener cierta formación sobre estos conceptos económicos. Saber qué significan para no ser tan manipulables. Y sin embargo, estoy convencido de que, en mi caso, sólo serviría para frustrarme aún más. Sí que me gustaría poder conocer ciertas estructuras que me ayudaran a tener un pensamiento crítico sobre el tema, intentar comprender mínimamente algo tan abstracto. Me parece lógico, aunque no interesante por lo que entraña, entender en qué momento perdimos la soberanía de nuestros gobiernos y de nuestras propias decisiones. Tener a quién culpar y algún que otro argumento sólido y refutable. La cuestión es que, por más que me lo expliquen los mejores catedráticos de microeconomía, macroeconomía y economía aplicada, por mucho que me llevase horas sentado junto a conscientes especuladores, por más que leyese manuales y monográficos históricos, teorías, e hiciese mil cuentas, creo que nunca podré llegar a entender de verdad (de un modo ético, en el concepto más amplio de la palabra) la deshumanización. El juego de las finanzas. Hemos inventado la mayor guerra, y supongo que me ha tocado estar en el bando de los vencidos.

No hay comentarios: