Esto no es un blog de filosofía. Simplemento veo cosas que me hacen pensar. Y pienso cosas que me hacen estar vivo. Soy un redactor que no redacta. Soy un periodista de esos, un juntaletras que necesita su espacio para gritar las cosas que le indignan y compartir las que disfruta. Sin más pretensiones que seguir viendo, pensando, existiendo y desde hoy, expresando con libertad. Gracias por hacer que esto no sea un mero diario íntimo y personal. Ojalá encuentres algo de provecho.
10 marzo 2012
Reflexiones políticas
Ya estamos otra vez de campaña electoral. Ya estamos de nuevo escuchando promesas de bondades. Vuelven los mítines en pabellones dirigidos solo a aquellos que ya están convencidos, llenando autobuses, agitando banderolas y aplaudiendo cuando lo pide el regidor. La oratoria tuvo mejores días. El discurso de cercanía entre el político y el pueblo al que representa se queda solo en palabras e intenciones. Les cuesta. Visitar una fábrica o un centro de día de la tercera edad y solo hablar tú no es escuchar a nadie. El otro día un político decía que los evangelistas no se predican entre ellos si no que intentan convencer al resto. Efectivamente, pero han olvidado que ellos también son pueblo porque hemos profesionalizado la labor del político. Entre ellos y entre nosotros. Parece que así es más fácil, ellos juegan a mejorar nuestras condiciones de vida como si fuéramos personajes de los sims, mientras nosotros preferimos que haya un jefe de todo esto al que poder culpar de cualquier mal, limpiar nuestras conciencias excusándonos en un ser superior que nos manda y nos oprime y sacudir nuestra responsabilidad de un manotazo al aire o un resoplido. Nos hemos acomodado y hemos puesto muchos granos de arena para hacer de este sistema algo más injusto. Tanto ellos como nosotros. ¿Es posible corregir estos caminos bifurcados que cada vez parecen alejarse más? Claro, es posible. No es necesario que montemos cada uno nuestro partido político. No creo que haya que afiliarse ni militar en los que ya existen. No considero necesario ni siquiera que tenga que ir a votar el que no desea hacerlo. Pero sí hace falta un poco de interés, ser permeable, valorar, criticar, concienciar, comprometerse de alguna manera. Es más fuerte la sociedad que se involucra, que se manifiesta ante las injusticias, que tiene criterio para saber cuándo se la están metiendo por detrás, que conoce las intenciones, que se une cuando hay un objetivo común. Si pasamos, si pensamos que no vale de nada nuestra aportación, si preferimos que lo hagan los demás, tenemos lo que nos merecemos. Hagamos, al menos, responsables a los políticos de sus actos.
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