Pistoletazo de salida a la precampaña electoral. Los partidos políticos gaditanos ya han empezado con el batiburrillo de ideas, propuestas, promesas, ilusiones, demagogia y alguna que otra mentira de cara a las municipales del 22-M y pretendo aquí desgajar algunas de ellas, desmenuzarlas, compararlas o, simplemente y por qué no, criticarlas.
La primera va de colores. Teófila quiere para enero de 2012 cambiar el color de la mitad de las líneas azules que adornan el escaso aparcamiento en superficie gaditano y pasarlas al naranja. Marta y Sebastián prefieren el color verde. ¿Y tú?
En Cádiz hay unas 1.200 plazas de zona azul. El PP propone convertir la mitad, más de 500 han dicho, en zona de residentes, es decir, cambiarlas a zona naranja. Para hacer uso de ella el ciudadano debe estar empadronado en Cádiz, poseer un vehículo que pague las tasas de circulación en Cádiz y que no tenga ningún pago pendiente con el Ayuntamiento de Cádiz. ¿Estaría este ciudadano liberado de pasar por el parquímetro? No. El usuario tendrá que abonar un euro por cada día que se beneficie de esta zona 'privilegiada'. PSOE, IU, asociaciones de vecinos y diferentes colectivos de la ciudad vienen reclamando desde hace tiempo una zona de residentes gratuita, o lo que es lo mismo, la instauración de una zona verde.
Más allá de los colores, el hecho de que Teófila Martínez se plantee inaugurar una zona de residentes después de 16 años de mandato, podría parecer que le está dando en parte la razón a estos colectivos. Pero la alcaldesa se desmarca con el siguiente argumento "la zona azul se colocó para provocar la rotación de los aparcamientos, pero con el incremento de plazas subterráneas la gente que viene de fuera puede encontrar aparcamiento en estos parkings y podemos, ahora sí, dar respuesta a una de las alternativas que nos venían demandando los ciudadanos". Entonces, ¿Teófila conocía esa demanda? Claro, pero no era el momento. Ahora sí.
El grupo popular ha tenido muy claro que los aparcamientos subterráneos eran la solución para dar cabida al parque móvil de la ciudad. Se vanaglorian de las 14.000 plazas existentes e incluso amenazan con construir 11.000 más de aquí a 2019. A pesar de que son varias las zonas de extramuros que se han negado a los planes municipales de levantar su barrio para tal infraestructura.
¿Dónde está el negocio? Los aparcamientos subterráneos son un filón financiero que paga el ciudadano. Un ejemplo rápido. El parking de Santa Bárbara ha costado unos 8,7 millones de euros. El Ayuntamiento propone a los residentes de la zona que adquieran una plaza en concesión por 50 años a 28.300 euros cada una, hasta las 200 reservadas para tal fin. Eso supone costear 5.660.000 euros de la obra con sólo el 21% de las plazas. Las otras 720 son destinadas para uso rotatorio (unos 18 euros diarios) o para abonados (108 euros mensuales). ¿Cuánto tiempo tardará la empresa municipal EMASA que preside José Blas Fernández en amortizar la infraestructura? O peor aún, si EMASA es la que ha financiado los más de ocho millones y medio de euros que ha costado la obra y cuenta con otros aparcamientos subterráneos en la ciudad, ¿por qué el parking de Santa Barbara no está gestionado por la propia EMASA? Las cuentas salen si el gaditano paga. Si los aparcamientos subterráneos no tienen un fin puramente recaudatorio, cómo se explica que los parkings municipales de extramuros pasen de costar unos 87 o 98 euros según el caso a 140 euros al mes durante los meses de verano, más la zona azul provisional del Paseo Marítimo y alrededores. Si los gaditanos viven allí durante todo el año.
Y es entonces cuando llega Teófila Martínez y dice eso de que "ahora sí" se puede hacer una zona naranja, pensada para los residentes gaditanos, pero sin quedar libre de pasar por caja. Yo, particularmente, me quedo con el verde.
Esto no es un blog de filosofía. Simplemento veo cosas que me hacen pensar. Y pienso cosas que me hacen estar vivo. Soy un redactor que no redacta. Soy un periodista de esos, un juntaletras que necesita su espacio para gritar las cosas que le indignan y compartir las que disfruta. Sin más pretensiones que seguir viendo, pensando, existiendo y desde hoy, expresando con libertad. Gracias por hacer que esto no sea un mero diario íntimo y personal. Ojalá encuentres algo de provecho.
28 abril 2011
15 abril 2011
Lula recoge lo sembrado
Ocho años de gobierno no bastaron para desgastarlo. Muy al contrario, los índices de popularidad en su país cuando dejó el poder alcanzaban el 87%. Así como tampoco le desgastaron todos los años, que fueron muchos, de carrera presidencial. 13 años le costó convencer a los 58 millones de brasileños que terminaron votándole de que su política de izquierdas, labradas en el sindicalismo y unos orígenes muy humildes, era posible. Lula cambió la política en América Latina. Lula unió a buena parte de su continente, y una vez junto, le enseñó que hay más caminos entre Estados Unidos y Cuba. Convirtió a Brasil en el megáfono de Iberoamérica. Se constituyó él mismo en el micrófono de los pobres. Tendió puentes entre Davos y Porto Alegre. Reclamó un hueco entre los grandes para las vías de desarrollo. Exigió una mirada comprometida a la exclusión social, no desde la caridad, sino desde la oportunidad. Representó a millones de habitantes en sus discursos.
Lula convenció. Luchó por erradicar el hambre entre los niños de Brasil con su programa Hambre Cero, le ofreció oportunidades a los habitantes de las favelas con casas dignas y acceso al estudio, combatió la inflación y aumentó el salario mínimo, multiplicó las becas para la formación de los jóvenes... Brasil se ha convertido en un gigante económico mundial, en un mercado amplísimo con una emergente clase media, un país innovador y un actor con mucho peso en la geopolítica mundial.
Lula convence. Ahora toca hacer balance de casi una década de gobierno y en los primeros meses no ha parado de recibir premios. Nombrado el hombre más influyente del mundo en 2010 por la revista 'Time', el mismo hombre al que hace unos quince años cuestionaban su capacidad para gobernar por carecer de titulación académica, Lula da Silva recibe en Cádiz el III Premio Libertad Cortes de Cádiz. La pena es que tal y como viene se va, un visto y no visto que, valga la redundancia, no me permitirá verlo.
Lula terminó su gobierno pero deja su herencia. Aparte de un Mundial de fútbol y unos Juegos Olímpicos conseguidos en buena parte por su capacidad negociadora y carismática, queda mucho por hacer. Los pobres siguen necesitando de un altavoz que reclame por ellos, las desigualdades siguen creciendo y ni en Brasil está todo hecho. Los brotes verdes hay que cuidarlos para que sigan creciendo rectos hacia el sol. Recuerdo la semilla que dejó Allende y que no marginó por culpa de la helada que una noche cayó en La Moneda. Lula la heredó y ahora toca que la rieguen otros.
Así habla Lula:
"Quiero hablarles de forma simple y directa: vengo a proponerles acciones colectivas, responsables y solidarias, en favor de la superación de las condiciones humanas en que se encuentra gran parte de la población del globo. El hambre no puede esperar. Es preciso afrontarla con medidas de urgencia y estructurales. Si todos asumimos nuestras responsabilidades, crearemos un ambiente de mayor igualdad y también de oportunidades para todos.
La economía mundial está dando señales preocupantes de recesión. Los problemas sociales, como el desempleo, inclusive en los países ricos, se están agravando cada vez más. Estoy seguro de que uno de los objetivos de esta reunión del G-8 es buscar caminos para que la economía vuelva a crecer. Necesitamos una nueva ecuación que permita recuperar el crecimiento e incluya a los países en vías de desarrollo. La incorporación de los países en vías de desarrollo a la economía global pasa necesariamente por el acceso sin discriminaciones a los mercados de los países ricos.(...)
(...) Necesitamos forjar un nuevo paradigma de desarrollo que combine estabilidad financiera con crecimiento económico y justicia social. Hoy queremos crecer con financiación sostenida, distribuyendo la renta y fortaleciendo la democracia.
Ninguna teoría, por más sofisticada que sea, puede ser indiferente a la miseria y a la marginalidad. Mirando la historia contemporánea, sobre todo en los periodos que siguieron a las graves crisis económicas y sociales, veo que el desarrollo se dio a partir de profundas reformas sociales. Esas reformas incorporaron a millones de hombres y mujeres a la producción, al consumo y a la ciudadanía, y crearon un nuevo y prolongado dinamismo económico. Fue así en los Estados Unidos a partir de los años treinta. Fue así en la Europa de la posguerra.(...)
(...)No queremos la mirada piadosa de los países ricos. Necesitamos soluciones estructurales que deben formar parte de un conjunto de cambios en la economía mundial. Esperamos coherencia de nuestros socios más ricos (...)".
Parte del discurso pronunciado por Luiz Inácio 'Lula' da Silva en la cumbre del G-8 en Evian, el 2 de junio de 2003.
Lula convenció. Luchó por erradicar el hambre entre los niños de Brasil con su programa Hambre Cero, le ofreció oportunidades a los habitantes de las favelas con casas dignas y acceso al estudio, combatió la inflación y aumentó el salario mínimo, multiplicó las becas para la formación de los jóvenes... Brasil se ha convertido en un gigante económico mundial, en un mercado amplísimo con una emergente clase media, un país innovador y un actor con mucho peso en la geopolítica mundial.
Lula convence. Ahora toca hacer balance de casi una década de gobierno y en los primeros meses no ha parado de recibir premios. Nombrado el hombre más influyente del mundo en 2010 por la revista 'Time', el mismo hombre al que hace unos quince años cuestionaban su capacidad para gobernar por carecer de titulación académica, Lula da Silva recibe en Cádiz el III Premio Libertad Cortes de Cádiz. La pena es que tal y como viene se va, un visto y no visto que, valga la redundancia, no me permitirá verlo.
Lula terminó su gobierno pero deja su herencia. Aparte de un Mundial de fútbol y unos Juegos Olímpicos conseguidos en buena parte por su capacidad negociadora y carismática, queda mucho por hacer. Los pobres siguen necesitando de un altavoz que reclame por ellos, las desigualdades siguen creciendo y ni en Brasil está todo hecho. Los brotes verdes hay que cuidarlos para que sigan creciendo rectos hacia el sol. Recuerdo la semilla que dejó Allende y que no marginó por culpa de la helada que una noche cayó en La Moneda. Lula la heredó y ahora toca que la rieguen otros.
Así habla Lula:
"Quiero hablarles de forma simple y directa: vengo a proponerles acciones colectivas, responsables y solidarias, en favor de la superación de las condiciones humanas en que se encuentra gran parte de la población del globo. El hambre no puede esperar. Es preciso afrontarla con medidas de urgencia y estructurales. Si todos asumimos nuestras responsabilidades, crearemos un ambiente de mayor igualdad y también de oportunidades para todos.
La economía mundial está dando señales preocupantes de recesión. Los problemas sociales, como el desempleo, inclusive en los países ricos, se están agravando cada vez más. Estoy seguro de que uno de los objetivos de esta reunión del G-8 es buscar caminos para que la economía vuelva a crecer. Necesitamos una nueva ecuación que permita recuperar el crecimiento e incluya a los países en vías de desarrollo. La incorporación de los países en vías de desarrollo a la economía global pasa necesariamente por el acceso sin discriminaciones a los mercados de los países ricos.(...)
(...) Necesitamos forjar un nuevo paradigma de desarrollo que combine estabilidad financiera con crecimiento económico y justicia social. Hoy queremos crecer con financiación sostenida, distribuyendo la renta y fortaleciendo la democracia.
Ninguna teoría, por más sofisticada que sea, puede ser indiferente a la miseria y a la marginalidad. Mirando la historia contemporánea, sobre todo en los periodos que siguieron a las graves crisis económicas y sociales, veo que el desarrollo se dio a partir de profundas reformas sociales. Esas reformas incorporaron a millones de hombres y mujeres a la producción, al consumo y a la ciudadanía, y crearon un nuevo y prolongado dinamismo económico. Fue así en los Estados Unidos a partir de los años treinta. Fue así en la Europa de la posguerra.(...)
(...)No queremos la mirada piadosa de los países ricos. Necesitamos soluciones estructurales que deben formar parte de un conjunto de cambios en la economía mundial. Esperamos coherencia de nuestros socios más ricos (...)".
Parte del discurso pronunciado por Luiz Inácio 'Lula' da Silva en la cumbre del G-8 en Evian, el 2 de junio de 2003.
La irresponsabilidad social de Telefónica
Telefónica ha anunciado que quiere recortar el 20% de su plantilla en España en tres años, lo que supone la desaparición de unos 6.000 puestos de trabajo. Nada nuevo en estos tres años de crisis, aunque la simple cifra da miedo. Lo novedoso, que tampoco lo es tanto, es que Telefónica presentó unos beneficios récord en 2010, la escalofriante cantidad de 10.167 millones de euros según los datos que aporta el sindicato. Incluso desde el Gobierno han reaccionado de inmediato con las declaraciones del ministro de Trabajo que viene a decir que igual no es el momento de una cosa así.
Telefónica no está en crisis. Está en expansión. Y muchas, muchísimas de las empresas que han aprovechado la coyuntura económica para despedir a cientos de trabajadores tampoco lo estaban. Pero entramos en una espiral de resignación por la que dejar en la calle a un trabajador ahora es más entendible socialmente porque está cayendo la que está cayendo. En Telefónica probablemente se resienta la capacidad laboral, porque me niego a creer que una empresa pueda prescindir de 6.000 trabajadores y continuar dando el mismo servicio. El cliente de Telefónica lo sufrirá y su factura no va a bajar, sino todo lo contrario, puesto que han presentado una actualización de tarifas. ¿Y los 10.167 millones? ¿Para pagar indemnizaciones por despido? Me parece de una irresponsabilidad social indignante que una empresa de ese tamaño, que una gigantesca mole de la economía española proceda de este modo sin una justificación entendible para su viabilidad. Y lo peor es que solo es un mero ejemplo de lo que nos rodea.
ZaCky |
Telefónica ha anunciado que quiere recortar el 20% de su plantilla en España en tres años, lo que supone la desaparición de unos 6.000 puestos de trabajo. Nada nuevo en estos tres años de crisis, aunque la simple cifra da miedo. Lo novedoso, que tampoco lo es tanto, es que Telefónica presentó unos beneficios récord en 2010, la escalofriante cantidad de 10.167 millones de euros según los datos que aporta el sindicato. Incluso desde el Gobierno han reaccionado de inmediato con las declaraciones del ministro de Trabajo que viene a decir que igual no es el momento de una cosa así.
Telefónica no está en crisis. Está en expansión. Y muchas, muchísimas de las empresas que han aprovechado la coyuntura económica para despedir a cientos de trabajadores tampoco lo estaban. Pero entramos en una espiral de resignación por la que dejar en la calle a un trabajador ahora es más entendible socialmente porque está cayendo la que está cayendo. En Telefónica probablemente se resienta la capacidad laboral, porque me niego a creer que una empresa pueda prescindir de 6.000 trabajadores y continuar dando el mismo servicio. El cliente de Telefónica lo sufrirá y su factura no va a bajar, sino todo lo contrario, puesto que han presentado una actualización de tarifas. ¿Y los 10.167 millones? ¿Para pagar indemnizaciones por despido? Me parece de una irresponsabilidad social indignante que una empresa de ese tamaño, que una gigantesca mole de la economía española proceda de este modo sin una justificación entendible para su viabilidad. Y lo peor es que solo es un mero ejemplo de lo que nos rodea.
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