Ocho años de gobierno no bastaron para desgastarlo. Muy al contrario, los índices de popularidad en su país cuando dejó el poder alcanzaban el 87%. Así como tampoco le desgastaron todos los años, que fueron muchos, de carrera presidencial. 13 años le costó convencer a los 58 millones de brasileños que terminaron votándole de que su política de izquierdas, labradas en el sindicalismo y unos orígenes muy humildes, era posible. Lula cambió la política en América Latina. Lula unió a buena parte de su continente, y una vez junto, le enseñó que hay más caminos entre Estados Unidos y Cuba. Convirtió a Brasil en el megáfono de Iberoamérica. Se constituyó él mismo en el micrófono de los pobres. Tendió puentes entre Davos y Porto Alegre. Reclamó un hueco entre los grandes para las vías de desarrollo. Exigió una mirada comprometida a la exclusión social, no desde la caridad, sino desde la oportunidad. Representó a millones de habitantes en sus discursos.
Lula convenció. Luchó por erradicar el hambre entre los niños de Brasil con su programa Hambre Cero, le ofreció oportunidades a los habitantes de las favelas con casas dignas y acceso al estudio, combatió la inflación y aumentó el salario mínimo, multiplicó las becas para la formación de los jóvenes... Brasil se ha convertido en un gigante económico mundial, en un mercado amplísimo con una emergente clase media, un país innovador y un actor con mucho peso en la geopolítica mundial.
Lula convence. Ahora toca hacer balance de casi una década de gobierno y en los primeros meses no ha parado de recibir premios. Nombrado el hombre más influyente del mundo en 2010 por la revista 'Time', el mismo hombre al que hace unos quince años cuestionaban su capacidad para gobernar por carecer de titulación académica, Lula da Silva recibe en Cádiz el III Premio Libertad Cortes de Cádiz. La pena es que tal y como viene se va, un visto y no visto que, valga la redundancia, no me permitirá verlo.
Lula terminó su gobierno pero deja su herencia. Aparte de un Mundial de fútbol y unos Juegos Olímpicos conseguidos en buena parte por su capacidad negociadora y carismática, queda mucho por hacer. Los pobres siguen necesitando de un altavoz que reclame por ellos, las desigualdades siguen creciendo y ni en Brasil está todo hecho. Los brotes verdes hay que cuidarlos para que sigan creciendo rectos hacia el sol. Recuerdo la semilla que dejó Allende y que no marginó por culpa de la helada que una noche cayó en La Moneda. Lula la heredó y ahora toca que la rieguen otros.
Así habla Lula:
"Quiero hablarles de forma simple y directa: vengo a proponerles acciones colectivas, responsables y solidarias, en favor de la superación de las condiciones humanas en que se encuentra gran parte de la población del globo. El hambre no puede esperar. Es preciso afrontarla con medidas de urgencia y estructurales. Si todos asumimos nuestras responsabilidades, crearemos un ambiente de mayor igualdad y también de oportunidades para todos.
La economía mundial está dando señales preocupantes de recesión. Los problemas sociales, como el desempleo, inclusive en los países ricos, se están agravando cada vez más. Estoy seguro de que uno de los objetivos de esta reunión del G-8 es buscar caminos para que la economía vuelva a crecer. Necesitamos una nueva ecuación que permita recuperar el crecimiento e incluya a los países en vías de desarrollo. La incorporación de los países en vías de desarrollo a la economía global pasa necesariamente por el acceso sin discriminaciones a los mercados de los países ricos.(...)
(...) Necesitamos forjar un nuevo paradigma de desarrollo que combine estabilidad financiera con crecimiento económico y justicia social. Hoy queremos crecer con financiación sostenida, distribuyendo la renta y fortaleciendo la democracia.
Ninguna teoría, por más sofisticada que sea, puede ser indiferente a la miseria y a la marginalidad. Mirando la historia contemporánea, sobre todo en los periodos que siguieron a las graves crisis económicas y sociales, veo que el desarrollo se dio a partir de profundas reformas sociales. Esas reformas incorporaron a millones de hombres y mujeres a la producción, al consumo y a la ciudadanía, y crearon un nuevo y prolongado dinamismo económico. Fue así en los Estados Unidos a partir de los años treinta. Fue así en la Europa de la posguerra.(...)
(...)No queremos la mirada piadosa de los países ricos. Necesitamos soluciones estructurales que deben formar parte de un conjunto de cambios en la economía mundial. Esperamos coherencia de nuestros socios más ricos (...)".
Parte del discurso pronunciado por Luiz Inácio 'Lula' da Silva en la cumbre del G-8 en Evian, el 2 de junio de 2003.
2 comentarios:
Por Allende, Lula y tanto otros que viraron a la izquierda el futuro de Iberoamérica.
Lo que es raro es la variedad de personajes que se llevan este premio a la libertad. Es el mismo jurado que dio el anterior?
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